domingo, 14 de octubre de 2007

Con los pelos de punta


Tiempo sin actualizar... Pero he regresado en gloria y majestad. Se dice que hierba mala nunca muere. Y este viejito todavía tiene muchas historias que contar.

Hace dos semanas me levanté al alba, como todos los días. Por costumbre, nada más: a mi edad quedan pocas tareas impostergables y lo que sobra es el descanso. Anselmo dormía a pata suelta y, como es habitual, sus ronquidos hacían contrapunto con los de doña Leonor, que llegaban desde la habitación de al lado.

Ante la imposibilidad de seguir durmiendo, me levanté despacito y, en la oscuridad, tanteé sobre la mesa de luz en busca de la perilla del velador, con tanta mala suerte que sin querer tiré al suelo el vaso con agua en el que todas las noches Anselmo pone su dentadura en remojo. El viejo dormía tan profundamente que no abrió los ojos ni siquiera cuando logré encender la luz y me di cuenta de que mis lentes también estaban en el suelo. No hace falta aclarar que el piso estaba mojado y sembrado de vidrios y yo, "a pata pelá" (pequeño homenaje al chilensis básico). De modo que, al agacharme para recoger los anteojos, me clavé el culo del vaso (a esta edad qué otro culo podría ser?) en la planta del pie izquierdo, perdí el equilibrio y caí sobre la cama de Anselmo... ¡sin que el desgraciado se diera cuenta de nada!

- ¿Estás vivo, Ansel? -le pregunté con cierto temor, aprovechando la cercanía.

Como única respuesta recibí una estentórea serie de ronquidos grado cuatro en la escala de Richter.

Pasado el susto y puteando en voz baja, insistí con la idea de ponerme de pie y me apoyé sobre la mesita de luz. Claro... las mesitas de hoy en día no son las de antes: sólidas y confiables. El diseño del tercer milenio ha sacrificado la contundencia del mobiliario en beneficio del estilo y de la estética. Por lo cual, la mesita de luz, incapaz de neutralizar el efecto de mi peso aplicado en uno de los bordes, perdió base de sustentación y se precipitó hacia el suelo. Gracias a un acto reflejo muy impropio de mis años, mis piernas me impulsaron hacia adelante y tuve la suerte de caer redondo sobre mi propia cama. Obviamente, Anselmo siguió por completo ausente de todo lo que sucedía a su alrededor.

En ese momento, atravesado boca abjo sobre el lecho, tendría que haber sopesado la idea de volver a acostarme y darle una nueva oportunidad a la diosa Fortuna... ¡o al menos quedarme quieto hasta que el universo se pusiera en orden otra vez! Pero esas cosas no me suceden a mí, que soy acuariano, impetuoso, tozudo y me creo todopoderoso. Juro que lo intenté y los ronquidos de acá y de acullá aserraron mi tolerancia.

El velador todavía alumbraba desde abajo de la cama. Mis pantuflas de peluche estaban empapadas pero al alcance de mis pies. Con ignorada destreza logré calzármelas y (entonces sí) pude ponerme de pie como corresponde. Incluso insistí (esta vez con éxito) en la recuperación de mis lentes. Parecía que el mundo regresaba al cauce de lo previsible.

Anselmo seguía durmiendo y yo de pie, en pijama y sin poder encontrar mi bata de seda.

Ni siquiera se despertó cuando abrí la puerta del ropero y se me vinieron encima los recuerdos... Los recuerdos de tantas y tantas vacaciones con el club de jubilados.


Años y años tomando cientos de fotografías a viejos de los cuales nunca supimos ni el nombre. Años y años comprando compulsivamente cuanta baratija encontrábamos en las ferias artesanales. Ocho cajas llenas de llaveros, ceniceros, portarretratos, portasahumerios, sacacorchos, muñequitos de porcelana (ya rotos, por supuesto) y lapiceras... todo con inscripciones tales como "Rdo de Río Hondo" o "Bienvenidos a Chapadmalal" en letra dudosamente gótica. Con la intensión d socavar el bienestar de las cucarachas locales, la noche anterior yo había pretendido juntar todo en una bolsa y tirarla a la basura. Pero Anselmo es un sentimental camuflado de pragmático.

- ¿Y si alguna vez necesitamos algo de esto?


¿Qué podríamos llegar a necesitar entre tanta porquería? ¿De qué podría servirmos, por ejemplo, la figura de un niñito meando y con un sacacorchos en lugar de pene? ¿Qué utilidad podríamos darle a una virgencita encerrada en una capillita de acrílico llena de agua, que al sacudirla deja en suspensión una arenilla blanca que simula nieve? ¿¿¿¿¿¿Para qué queremos un cenicero que tose cuando tirás la ceniza?????? ¿¿¿¿¿Y otro con la figura de Carlitos Chaplin?????



Está de más aclarar que todo terminó en una pelea, tras la cual yo me fui a la cocina para prepararme un té de tilo y Anselmo, desde la incomodidad de su silla de ruedas, se encargó de regresar al ropero todo lo que yo había arrojado a la bolsa. Con las ya conocidas consecuencias.

Allí estaba yo, en medio del desastre y con la presión arterial descontrolada. Anselmo, en cambio, continuaba en el estado alfa.

Fue entonces cuando se me ocurrió la idea más idiota de la manaña (como si ya no hubiera tenido suficiente). Tomé la bata, dejé todos los cachivaches en el suelo y, ya salía de la habitación en busca de escoba y pala para limpiar el estropicio, cuando me regresé para recoger el velador, que seguía iluminando desde abajo de mi cama.

Recuerdo la escena con asombrosa nitidez. Fue como una película de Hitchcock. Las pantuflas empapadas pisan el borde del charco de agua, yo me apoyo en el borde de la cama para agacharme y, desde abajo de la cama, como si estuviéramos en año nuevo, empiezan a saltar las chispas. Mentiría si dijera que sentí dolor. Solo un extraño cosquilleo en todo el cuerpo y la muy desagradable incapacidad de dominar los músculos. La lengua se me contrajo, no pude proferir ni una humilde puteada, me empecé a sacudir como un títere, la luz empezó a parpadear y ya de lo último que me acuerdo es del rostro plácido de Anselmo durmiendo, inmutable, imperturbable.

Desperté tres días después en el sanatorio. Dicen que me salvó el disyuntor. Ignoro quién carajo pueda llegar a ser ese. Pero les aseguro que le estoy inmensamente agradecido. Ojalá que sea buen mozo

14 Comentarios:

Pablo dijo...

Geniales las fotografías! Hasta pronto! ;-)

Anónimo dijo...

¡Jajajajajajajja!

Anónimo dijo...

No te quejes!
Al menos tenes a Anselmo que duerme a tu lado. Yo ni siquiera eso...

Anónimo dijo...

Hola Arturo,
Que historia tan fea, con lo peligrosa que es la electricidad...
Por lo menos el disyuntor actuó a tiempo!!!
Tené mas cuidado.

Saludos,
Jorge (Otro que sin sus anteojos es Mr. Magoo)

Gustavo López dijo...

Confieso que he vivido, no??

Saludos!

gustavo dijo...

caramba Arturo qué susto! lo cuentas y se me hiela la piel. Qué experiencia tan aterradora! menos mal que saliste bien de todo eso! gracias a Dios aún tienes mucho por contarnos!

ah y gracias por lo atletas jeje

JuanMa dijo...

No fue su día. Aquí al disyuntor, entre otros nombres más técnicos, se le llama "Salvavidas". Ya ve. Cuídese.

Luli dijo...

Me encanta leerte, gozo con todo lo que dices !!! Sabes? ni creo que seas un viejito, ni tampoco que estes en un sanatorio...

Besos

Anónimo dijo...

muy buena historia, sí señor!

Mónica dijo...

jajaja, excelentes fotos... muy bueno tu post.

Te espero de visita por el mío. Nos vemos.

Don Arturo de Quilpue dijo...

Yo argentino:
Gracias por pasar.

Gwathadan:
Como te divierte la desgracia ajena, jijijiji.

Anónimo:
anselmo hace rato que duerme en otra cama y lo único que hace es RONCAR a mi lado!!!!! NADA MAS!!!!!

Jorge Magoo:
El disyuntor actuó a tiempo pero NI ME TOCÓOOOOO

El Guz:
Cierto... he vivido más de lo que parece...

Gustavo:
Sos el único que me ha agradecido por los atletas, que resulta ser lo más interesante de este blog, jijijijiji. Gracias por agradecer.

Garfio:
O sea que el disyuntor es como un globo inflable??????

Luli:
¡Qué descreída, niña!!!!!

Aran:
Gracias, sí señor!!! jijiji

Mónica:
Seguro que pasaré. Un beso.

JuanMa dijo...

A efectos de choque eléctrico, se pretende que tenga la misma función que el globo en el agua.

Axel Vique dijo...

genial enfoque, muy atinado.....salu2 viejito.

Gustavo dijo...

Don Arturo:
Hace unos días que ando fuera del mundo blogger y me estoy perdiendo de maravillas como su espacio. Ahora no tengo tiempo de leerlo pero no quiero pasar sin saludar.
Ya volveré mañana, leeré todo lo atrasado y le comentaré al respecto.

Besos y cuídese mientras tanto.