viernes, 23 de marzo de 2007

DON ARTURO Y DICTADURA


Mi amigo Huije es un muy buen muchacho. Será por eso que siempre lo confunden conmigo. Tenemos mucho en común, pero él siempre está preocupado por las cuestiones serias: la política, el amor, las relaciones entre los seres humanos y todas esas cosas que no hacen más que sacarle arrugas. En cambio yo, a pesar de mis años, tengo la piel lozana como Susana Giménez.

Por estos días, mi amigo anda muy atareado con esto del aniversario del último golpe militar. Días atrás hasta organizó una charla con debate sobre "Diversidad Sexual y Dictadura".

- Don Arturo, ¿por qué no participa y cuenta sus experiencias de esa época? -me propuso.

Y obvio que me cagué de la risa.

¿De qué podría hablar yo? Para las maricas fue una época dura como tantas otras. ¿O acaso pudimos alguna vez andar por la vida así como así, sin que nadie nos censurara o nos persiguiera? Uno siempre tuvo que andar haciendo firuletes para escaparse de la policía y de la moralina pacata. Salvo que uno fuera, por ejemplo, Paquito Jamandreu, que (desde que se hizo modista de la Perona) podía hacer todo lo que quisiera donde quisiera. Una vez lo encontré en la confitería "Las Violetas". Estaba sentado sobre las rodillas de un muchachote muy buen mozo que le hacía cosquillas para que la GRAN MARICONA se divirtiera sin recato. Una señora de alta alcurnia sentada en una mesa contigua los miraba con cara de estar oliendo bosta. Entonces Paquito, mientras le hacía "hico caballito" al joven, la mira a la vieja y le dice:

- Es que estoy un poco constipada y necesito que me "rempujen".

Así era Paquito. Pero esas cosas las podía hacer él, que tenía banca. Y los milicos se retorcían de bronca por no poder darle un trabucazo. Para nosotros, era como una revancha y Paquito pasaba tranquilamente por héroe.

Hoy en día, dicen que después del 76 todo empeoró. Yo no lo noté tanto. Salvo en la época previa al Mundial 78. Ahí sí hubo una mano más pesada. La milicada quería limpiar de putas y locas la vía pública. ¡¿Para qué?! Si los turistas es lo primero que buscan cuando llegan a un lugar. Pero claro, había que dar una imagen de "moralidad".

Una tarde, salía yo de mi casita en Barracas, con mi camisola floreada y mi capelina blanca, cuando Robertito (un chico muy gauchito que solía hacerme algunos trabajitos a cambio de una módica suma) me llamó aparte y me dijo:

- Guarda, Don Artu, que anda la cana levantando travesaños...

¡Mocoso insolente! ¡Llamarme travesaño a mí!

Como siempre fui una persona que va por la vida con la frente en alto, lo saqué carpiendo y salí igual. El Parque Lezama estaba soleado como nunca. Me senté en un banquito bajo la sombra y allí estaba feliz, deleitándome la vista con la muchachada que pasaba, cuando un uniformado se me plantó delante con expresión de bulldog. Pa'qué les viá mentir, el groncho estaba re-bueno dentro de ese uniforme azul y con esos pantalones que le marcaban tan bien la mercadería. ¡Se me hizo agua la baba! Lástima que abrió la boca.

- ¡Documentos! -me gruñó.

Yo tranquilo como agua de tanque.

- Ay, buen mozo, si es para saber mi edad, creame que tengo 38. ¿No quiere mejor mi número de teléfono?

Conclusión: terminé en una celda junto a dos travestis redivertidas y unos rateritos con los que la pasamos genial, antes y después de la paliza que nos propinó la milicada. Las travas, además, tuvieron que trabajar doble y ad honorem: por solidaridad con los rateros y por tradición con los canas. En realidad, nada que no sucediera desde antes, pero la intuición me decía que ahora era diferente.

Me dejaron salir recién a los dos días. Robertito me había estado buscando, el amoroso. Me estaba esperando a la salida y me llevó a casa en un auto que le había prestado un amigo.

- Le dije, Don Artu. La mano viene jodida. Yo que usté me borro por un tiempo.

Y así fue como me exilié... de la capital. No había presupuesto para más. Me fui a lo de Juanito, un amigo del teatro Tabarís que tenía una isla en el Tigre.

La idea era quedarme un par de meses pero mi estadía duró seis años. Años en los que más de una vez me pregunté si no hubiera sido mejor terminar culo pa'arriba en un zanjón. Después, cuando me enteré de las salvajadas que habían hecho esos animales de uniforme (con el perdón de los animales que no tienen nada que ver en esta historia y suelen ser más sensibles que muchos humanos), me arrepentí de mis dichos y le di las gracias a Robertito por su consejo.

En la isla no había electricidad, no había mercadito, no había gas, no había televisión, ¡no había peluquería! Por las noches nos alumbrábamos a vela. La cocina funcionaba a leña y, cuando hacía frío (de marzo a septiembre, todo el tiempo) había que conformarse con un braserito de carbón.Tuvimos que acostumbrarnos a cultivar la verdurita y a andar en pantuflas con dos pares de medias (muy cómodas pero nada glamorosas). O sea que, Juanito y yo terminamos siendo dos maricas naturistas sin saber qué corno era eso que ahora está tan en boga entre la pendejada. Y además estahan los mosquitos, que por aquella época todavía me picaban. No como ahora que debo tener la sangre tan aguachenta y amarga que ni se me acercan.

Pero no todo era penuria. Los vecinos de las islas cercanas eran macanudos. Los domingos sobre todo, nos invitaban a comer asado y siempre era una delicia admirar a los muchachos jugando a la pelota mientras prendíamos el fuego. Uno no llevaba tampoco una vida monástica. Ya se sabe cómo son esas cosas. Nunca faltaba el jovencito que necesitaba un service. Tampoco faltaba la loca que organizaba una gran festichola (no se vayan a creer que Juanito y yo éramos las únicas locas en las islas). Llegaban personas de todos lados y la fama del Tigre fue tanta que no tardaron en llegar los gendarmes. Hubo una famosísima parranda que se hizo en un barco, en medio del río, del que tuvimos que escapar a nado para que no nos agarraran...

Yo no sé a quién le puede interesar que yo cuente estas cosas que pasaron hace tantos años, cuando yo todavía no tenía tanto problema con el colesterol, con el ácido úrico, con la artritis...

El Huije me preguntaba si yo conocía a maricas desaparecidas. ¡Pero por supuesto que sí! Estaba la Josefa Pereira, que hacía la calle en el Bajo Flores; el Pancho Gómez, que decía que militaba en el FLH (aunque estoy seguro que de tan cagón que era nunca participó en nada y se lo llevaron por puro bocón); la Tetera Muñoz, que la llamábamos así porque no se podía ir a dormir si no pasaba por el baño de la estación de Constitución; la Trabuca Tolosa, que parecía mujer de verdad y yiraba por Santa Fe... y la lista sigue. A muchas de las que conocí, solo las cagaron a palos como a mi. Pero eso fue cosa de toda la vida. Videla no inventó la represión contra los manfloros. Será por eso que las maricas desaparecidas no aparecieron en el "Nunca Más". A nosotros no nos llamó la atención que nos quisieran hacer desaparecer. Y a los demás no les importó si lo hacían. Total, solo éramos maricones.

Por eso le dije que no al Huije. Que me vienen con "diversidad sexual". En mis tiempos nos llamaban putos y listo el pollo.

Medio que se me enojó. Pero es un buen muchacho y no creo que sea para tanto.

¡Pucha! Me puse muy serio hoy ¿no? Pero está bien. Como dice el Huije: "Hay cuestiones con las que no se jode".

lunes, 19 de marzo de 2007

LA DIOSA DEL GLAMOUR


Algo que casi nadie sabe de mí es que, en mis tiempos mozos supe incursionar en el mundo del varieté. Sí, como lo leen. Don Arturo tiene un pasado sobre las tablas. Aunque… para ser sinceros… nunca fui famoso… apenas llegué a ser figurita, de esos que levantan la patita aquí y allá, alcanzan un vaso de agua o se mimetizan de arbolito.
Sin embargo, pude compartir escenario con grandes estrellas de la farándula vernácula. Para que tengan una idea, yo debuté en el 28 junto a una de las GRANDES: La SEÑORA Tita Merello. La obra era una típica revista picaresca con guión de Ivo Pelay y música de don Francisco “Pirincho” Canaro. Se llamaba “Agachate que duele menos” y mi participación (pequeña pero fundamental) consistía en gritar en off una frase que fue célebre en los corrillos de los teatros: “Te llenaron la canasta!!!!!”.
En el 31, después de que se murió Irigoyen, estrenamos con la Negra Bozán “De paradito es mejor”, una obra que me trajo muchas satisfacciones, pero me dejó un dolor de gemelos que ni les cuento. Yo tenía un traje maravilloso, lleno de brillos y muy ajustado (de modo que se podía lucir mi esbelta figura de entonces, antes de la osteoporosis y el parkinson). Yo pasaba corriendo por el escenario, de derecha a izquierda, para que Dringue Farías me pisara la cola y me dejara con el tujes al aire. ¿Cómo se reía la gente! Era lo más aplaudido de cada función. Obvio que fruto de largas y extenuantes horas de ensayo. Yo desde chiquitito siempre fui un profesional.
En el 36, después del último pete al Zorzal Criollo, me tocó ser figurita en “Abrite que va la crema”, temporada que me dejó mucho vento pero también una indigestión inconfesable. El capo cómico del momento, el SEÑOR Pepe Arias era un tipo muy exigente y exprimió mis talentos al máximo.
Cansado de tantos abusos y con lo que gané en tantos años de plena actividad, en el 45, cuando el Pocho ya saludaba desde el balcón, me decidí a llevar a cabo uno de mis sueños más anhelados: escribir mi propia obra. La producción fue muy importante y conté con el apoyo de grandes figuras del espectáculo del momento, tales como Enrique Serrano, Pepe Iglesias y la mismísima Mirta Legrand (que hoy en día me encuentra por la calle y me da vuelta la cara, la muy conchuda… A MÍIIIII????? Que ya era Don Arturo cuando ella todavía era una chirusa en Villa Cañás). La obra se llamó “La traba del cuarto oscuro” y fue la única vez que logré hacer un protagónico. Lógico que fue éxito total. Todas las noches colgábamos el cartelito de “No hay más localidades”. Es que yo con la pluma siempre fui de lo mejor.
Doña Leonor (que es una vieja envidiosa y mal parida) suele poner en duda mis anécdotas de aquella época (así como mis amoríos con Valentino y Miguel de Molina, que fueron de antología y ya les voy a contar alguna vez) pero yo no le doy importancia a sus comentarios descalificantes. “Ladran, Sancho…”. Ella está verde de envidia porque el conchero me quedaba DI-VI-NO (como bien puede apreciarse en la foto, un poco posterior a la fecha de la que hablo pero como documento es igual de valioso... me la sacó don Anselmo cuando todavía podía sostener la cámara, hace unos 15 años, cuando los del asilo nos dijeron que teníamos que tirar a la mierda todo lo que pudiera juntar polillas y/o cualquier bicho ladino).
Después, el amor me hizo abandonar las tablas. Lo que sucede siempre: uno se posterga por el bien de los demás. La última vez que me subí a un escenario fue en el 65, cuando le fui a dar un beso a uno de mis ídolos más queridos y recordados: Osvaldito Pacheco, que hizo sus primeros pininos de mi mano y se sometió a todas mis sugerencias… ejem… modestia aparte.

miércoles, 14 de marzo de 2007

UN PANDEMONIUM AD HOC



"No politics. No football. No religion".


Esa siempre fue mi fórmula para la buena convivencia. Pero no por viejo dejo de tener mis contradicciones. ¡Qué joder!



Esta mañana, mientras me preparaba mi tacita de mate cocido con cascarilla (porque estaré achacoso e inútil por la artritis, pero con el desayuno, el aseo personal y las necesidades básicas todavía me las puedo arreglar solito) encendí la radio y tal fue mi sorpresa cuando escuché la noticia que me quedé como "ido", mirando por la ventana pero sin ver (lo cual me costó cierto cargo de conciencia porque don Anselmo, el de la habitación 6, que anda con su silla de aquí para allá como si de un fórmula uno se tratara, se fue de trompa al suelo en una frenada en el jardín y yo como quien viera llover, hasta que doña Leonor me despertó del ensueño de un bastonazo y a los gritos de "¡Se funde la pava! ¡Se funde la pava!").



El periodista había dicho claramente: "El papa Venenito 16 (*) quiere que la misa vuelva a darse en latín".


Recordé las épocas de mi infancia (yo también fui chico, carajo), cuando mi madre me llevaba a la iglesia y el señor de vestido ("sotana, nene, se llama sotana") nos daba la espalda y se ponía a decir cosas que sonaban siempre con "u": desideratum, curriculum, vademecum, ad libitum, maremagnum, memorandum... Mi mamá lloraba y yo también porque me gustaba jugar a la bolita con el Betito (que tenía unas bolas muy lindas, dicho sea de paso) y la vieja me obligaba a calzarme el trajecito dominguero para que todas las viejas amigas de ella me estrujaran los cachetes (sí, esos cachetes también) diciendo los consabidos: "Qué grande que estás", "Ya sos todo un hombrecito", etc, etc, etc.



Cosa rara eso de que vuelvan a dar la misa en latín. ¿Quién sabe latín por estos días? Me imagino que más de un cura va a tener que desempolvar los libros... sobre todo los más jovencitos...



Ah... si tuviera unos pocos años menos me pongo una academia de apoyo escolar...



Yo podría ser un buen profesor. Ya todos saben que los problemas de la lengua no me amilanan.
Total, ¿qué puedo perder a esta altura del partido?. Yo tengo una larga experiencia. Y si mis alumnos tienen un profundo reconocimiento, ¡todo joya!, como dicen los nietos de los viejos que viven en el asilo (que tampoco saben latín y son potenciales educandos... los nietos... los viejos si quieren aprender que vayan a la sacristía).



¿Por dónde empezar?



"Cogito, ergo sum". ¡No está nada mal! Y puedo seguir: ad honorem, verbigratia, postdata, ¡superavit!...



Presten atención. Se viene la Academia de Don Arturo. A los que no les entre la lengua muerta les aplico el método "contra natura" y después les paso la "fécula feculorum".



Soy un grosso.



Y este Venenito 16 me empieza a caer simpático.

¿A alguien le sirve una pava fundida?


(*) Dos aclaraciones:
1) En realidad el periodista dijo Benedicto.
2) El apelativo Venenito no es original mío, sino que lo escuché o lo leí por ahí en estos días y me pareció más adecuado para referirme al susodicho.

viernes, 9 de marzo de 2007

YO, EL PEOR DE TODOS


La gente es mala y comenta. Eso ya se sabe. Y de mí se ha hablado harto y se sigue hablando. Si se publicara todo lo que se ha dicho alguna vez sobre mi persona, se podrían editar varios libros gordototes como la biblia.


Entre las calumnias más infundadas que circulan por los rincones de la comarca, se dice que soy un monstruo que se come a cuanto jovenzuelo cae en su telaraña. Ni que fuera la versión cerril y decadente de Spiderman.


Es cierto que, para viejo, feo y desabrido, ya estoy yo. Jamás he negado mi preferencia por la carne suave y tierna, sobre todo si es de buen mirar. Pero no es cierto que mi dieta se nutra exclusivamente de núbiles efebos, incautos cual frágiles mariposas en primavera. Es más, se me hace que ya no existen tales prodigios.


Se sabe que la última vez que comí algo más viejo que yo, fue cuando yo tenía 19... y él 21. Sin embargo, tantos años han pasado desde entonces que mi propia edad se torna dificil de calcular y cada vez es menos probable encontrar a alguien menos añoso. Por si a alguno no le queda claro: cada vez resultaría más difícil encontrar un menú que me superara en años. Además, en el asilo donde me guarezco, se hace lo que se puede y tengan por seguro que la carencia de bocados dulces y frescos es tan incuestionable como mi necesidad de alimentarme a diario.


De modo que, si algún jovencito curioso busca (aunque más no fuera) una mordidita experta, ya sabe dónde encontrarme. Lo saborearé con deleite.

domingo, 4 de marzo de 2007

ME DOY LA BIENVENIDA


Hola amigos:
He decidido iniciar este blog para compartir con todos mis andanzas y desventuras. No será mucho pero es lo que hay.
Pronto habrá noticias mías por este lado de la web.
Nos vemos!!!!!!