viernes, 21 de septiembre de 2007

CECILIA TODD está en Buenos Aires

Cecilia Todd es LA cantante venezolana y nació en Caracas el 4 de Marzo de 1951. Hizo su debut en 1970 como miembro del grupo "Música Experimental Venezolana". Como solista su primera presentación fue en el programa de TV "El Show de Renny Ottolina". En 1972 fue invitada a participar en un encuentro de musica latinoamericana organizado por la Universidad de Carlton, lo que le permitió dar varios concierto en Canadá.

Cecilia es una experta intérprete del cuatro, instrumento con el que se acompaña en muchas de sus presentaciones.

En 1972, llegó aBuenos Aires, como ella dijera, impulsada por quienes luego fueron grandes amigos, Mercedes Sosa y el grupo Buenos Aires 8, permeneciendo en Argentina por tres años, durante los cuales estudió Técnica Vocal con la reconocida Profesora Susana Naidich. (por aquellas épocas en Caracas solo se enseñaba canto lírico). Allí grabó su primer LP, "Pajarillo Verde", junto a Cacho Tirao, Domingo Cura y Horacio Corral, cuando su voz empezaba a formar parte del nuevo cancionero latinoamericano y el diario Clarín la considera como ”la más importante revelación folklórica del año”. “Fueron tres años muy intensos en lo profesional y en lo personal. De esa época conservo muchísimos amigos, la gente de Buenos Aires 8, Hilda Herrera, Mercedes Sosa, gente con la que sigo en relación permanente”, contó la cantante.

A comienzos del 76 junto a Buenos Aires 8 realizan la temporada de verano en Villa Gessell, luego viaja a Caracas donde se radica nuevamente. En Setiembre viaja a México donde canta en el Museo de Arte Contemporáneo y otros auditorios de ese país. Desde esa fecha realiza continuas giras por la provincia venezolana y por Inglaterra, España (donde acompaña a Soledad Bravo en un disco), Finlandia, Nicaragua, Argentina, Cuba, Bolivia, Puerto Rico, Holanda, Francia, Japón, China, USA.

En 1991 se radicó en Tenerife (Islas Canarias), desde donde viaja a España y paises europeos.

En sus numerosas presentaciones ha alternado con figuras como Joan Manuel Serrat, Chico Buarque, Astor Piazzolla, Zimbo Trio, Silvio Rodriguez, Pablo Milanés, Mercedes Sosa y Carlos Cruz-Diez, entre otros.

Pajarillo Verde, es incluído entre los 100 mejores discos del Siglo XX, según el Diario Clarín de Buenos Aires, Argentina (29/12/99)
En contados casos se produce la simbiosis entre el decir netamente popular y el refinado trabajo vocal. Uno de ellos, seguramente, es el de Cecilia Todd, quien se impuso naturalmente un objetivo: dar a conocer la música folklórica y popular de Venezuela, hasta hace escasos años atrás casi desconocida en su propio suelo y en el resto de las naciones Latinoamericanas.

El tipo de repertorio continua la misma línea desde que Cecilia comenzó a cantar: música venezolana exclusivamente. La responsabilidad elegida es la de difundir su música dentro y fuera de Venezuela. El motivo es claro: se trata de un espectro de sonidos ricos y de variados ritmos.

Por estos días, Cecilia nos visita en Buenos Aires y no puedo dejar de compartir con todas y todos su música. No es mucho lo que encontré. Voy a tener que tomarme el trabajo de subir más música de ella a esta internet que la tiene tan descuidada.


Aquí les dejo la última nota que publicó sobre ella Página 12.




Viernes, 21 de Septiembre de 2007

ENTREVISTA A CECILIA TODD

“Por fin la cultura ha tomado la calle”
La venezolana, referente del folklore, le brinda un “apoyo crítico” a Chávez.

“¿Sabes? Yo llegué a este país el mismo día que Perón. Tenía frío y no sabía cómo vestirme”. El 17 de noviembre de 1972, día clave para la liturgia peronista, Cecilia Todd bajaba del avión casi a la misma hora que el General. Pero sola. Apenas con unas alforjas, ciertos sueños y un fin: estudiar técnica vocal. En Caracas, su ciudad cuna, sólo enseñaban canto lírico. “Era muy jovencita y fui conociendo gente del ámbito: Buenos Aires 8, Mercedes Sosa, Huerque Mapu. Latinoamérica bullía en 1973”, recuerda. Su paso por el país duró lo que la esperanza: tres años. En 1976, quien después se transformaría en una de las mayores referentes del folklore venezolano volvió a su tierra pensando en regresar pronto. Pero alguien le aconsejó que no: “Las cosas no están bien allá”, le sugirieron. Todd dejaba Embarazada del viento, su excelente primer disco –que en 1997 sería reeditado como Pajarillo verde– y un tendal de amigos, que jamás la iban a olvidar: literalmente, la adoran. “Yo me pregunto lo mismo, sabes. ¿A qué se debe?”, deja picando.

Este enésimo viaje a Buenos Aires coincide con la presentación de En vivo en Argentina, su último registro discográfico editado por Acqua en el 2004. Una corazonada musical que mezcla sutilmente merengues, zambas y joropos y la encuentra en plena madurez. Su voz, pese a más de treinta años de ajetreo, luce límpida, fresca, como si el tiempo no hubiese cumplido su rol con ella. “Polo margariteño” brilla en su lozanía, “La lavandera” deviene mágica, despojada, ancestral, y la “Zamba del chaguanco” es la máxima expresión del “argentinismo” estampado en su sangre. “La última vez que vine fue en noviembre y ya extrañaba demasiado”, afirma. La cita es doble: hoy y mañana en el septuagenario Teatro IFT (Boulogne Sur Mer 549), donde la Todd estará acompañada por Ezequiel Mantega en piano, Nicolás Rainone en contrabajo y Roberto López en guitarra. “La primera vez que vine sufrí un impacto, siempre ocurre cuando llegás a un país desconocido. Hoy puedo decir que me siento como en casa. Aunque ya me sentía así cuando me tuve que quedar en Venezuela obligada por las circunstancias. Me quedé en al aire, porque no tenía planeado irme definitivamente de este país. Aquí dejé amigos y cosas, y recién volví en 1981. Recuerdo que arrancamos con un espectáculo Marian Farías Gómez, Inés Rinaldi y yo. Fue un recital fuerte. Yo soñaba con regresar y fue linda esa temporada en Mar del Plata, pero el rollo político era muy fuerte.”

–Distinto al de Venezuela, la última dictadura había caído en 1958...

–Un cambio brusco. Yo nunca había vivido una dictadura, porque cuando cayó Pérez Jiménez en Venezuela, era chiquita y confundía las bombas que caían sobre el cuartel San Carlos con fuegos artificiales. Me di cuenta cuando me metieron debajo de las escaleras, mientras los aviones pasaban por arriba de mi casa (risas).

–¿Volvió a vivir en Argentina?

–Temporalmente. Donde sí viví fue en las islas Canarias. Estuve cuatro años allí, pero era muy difícil trabajar. Nadie vive de la música ahí, salvo que hagas música comercial en los hoteles. Entonces regresé a Venezuela.

–¿Y cómo es la Venezuela de Chávez según su óptica?

–Ha cambiado mucho. Y donde más se ha notado es en lo social. Se ha tomado en cuenta a gente que antes ni siquiera se sabía que existía. Tal vez, eso no beneficia a una parte de la sociedad, pero sí a la mayoría en términos de educación, medicina y trabajo. Se está entrenando mucha gente para armar cooperativas: se le enseña un oficio, se le dan créditos y ahí va. Yo soy muy crítica, porque creo que hay que serlo siempre, pero poniendo todo en la balanza creo que da positivo.

–¿Cómo se manifiesta el canto popular frente al gobierno? ¿Hay oposición a Chávez desde la música?

–Yo no conozco. El mundo de la música y de la cultura se expide a favor de él. He visto también que se le ha abierto la puerta de los teatros a gente que jamás había conocido uno. Digo, por fin la cultura ha tomado las calles.

–Pasa lo inverso con los medios de comunicación. La mayoría son opositores. ¿A usted la han silenciado, nota que se le da menos cabida por adherir al gobierno?

–El año pasado celebré mis treinta años de carrera y el evento se cubrió poco. No hubo ninguna crítica al concierto... por ahí me llama alguna radio para entrevistarme, pero no más. ¡Ja! Seguro alguien se va a meter en Internet y van a sacar: ¡Cecilia Todd dijo que los medios en Venezuela manipulan! No es que lo diga yo, los medios manipulan. Es una realidad. Por suerte, ahora está la ley resorte, que obliga a pasar música venezolana en las radios cuando antes era imposible. Eso generó un crecimiento enorme de la actividad musical. No sólo hay que pasar las canciones, sino marcar quién es el compositor, quién el cantante y quién el intérprete. Ahora nos faltan programas de televisión.

–¿Porque no hay o porque nadie quiere que haya?

–No sé. Lo único que salía en TV hasta hace un tiempo eran unos programas maratónicos los sábados, que presentaban a músicos de afuera o cosas muy, muy comerciales. La música como negocio ha acaparado el espacio mediático televisivo, pero por suerte la música como expresión genuina del pueblo explota por otro lado: en las calles, en los teatros y en las plazas. Es un gran paso.

martes, 18 de septiembre de 2007

Las teteras no son pavas

- No somos nada. -dijo el señor octogenario que, impedido de permanecer de pie a causa de su edad, estaba sentado junto al féretro, mientras trataba infructuosamente de enfocar la realidad a través de los culos de botella que llevaba por anteojos. A su lado, una señora (también añosa e igualmente sentada) jugueteaba con sus dedos artríticos y se sonreía mirando a la nada. Tal vez rememorara antiquísismas anécdotas felices con el difunto. Casi en la puerta, unos caballeros muy circunspectos murmuraban que quizá fuera la viuda. Evidentemente no conocían al muerto... ¿Se habrían equivocado de velorio?

A los pies del cajón, un joven cuarentón muy bien puesto, vestido íntegramente de negro, sollozaba casi en silencio. De no haber sido por el pañuelo al cuello (anundado hacia un costado), las pulseras, los collares, por el perfecto bronceado en pleno septiembre, el peinado tan sofisticado, las cejas depiladas y por la base de maquillaje, nadie hubiera dicho que era gay. Cerca de él (aprisionado entre el ataúd y la única corona de flores, que lucía una banda con la leyenda "Tu hermana y tu sobrino"), un señor muy gordo miraba al occiso fijamente y con el ceño fruncido. Usaba bigote y el pelo cortado a lo militar. Parecía policía... quién sabe...

A mi izquierda, los caballeros que ya mencioné habían abordado el comprometido tema de las nominaciones de Gran Hermano. Más allá, una señorita de unos veinticinco años llegaba con una bandeja con café para repartir entre los presentes. Yo pasé: últimamente vengo muy mal con la presión arterial y me tengo que cuidar.

Claro que esta noticia no ayudaba: el difunto no era otro que la Felipa, uno de mis más grandes amigos.

Nos conocíamos desde la época del teatro de revistas, cuando bailábamos en la compañía de Dringue Farías, en el mítico teatro Maipo de la calle Corrientes. Estoy hablando... más o menos... de los años... "sin cuenta", jijijiji.

Lo primero que debe decirse de la Felipa es que era loca.

Loca de arriba y de abajo. De adelante y de atrás (aunque preferentemente de atrás). El mismísimo Paquito Jamandreu se escandalizaba con sus osadías. La Felipa no tenía límites. Desconocía el concepto de recato y no tenía más norte que la satisfacción de su propio culo. Había iniciado sexualmente a más de un galán del jet-set porteño y sus aledaños. Pruebas no hay, pero todo el que conociera a la Felipa sabía que, en su caso, no cabían las exageraciones.

Lo segundo que debe decirse de la Felipa es que, loca y todo, era un amigo de ley.

En un tiempo, sin embargo, estuvimos distanciados por un asunto de polleras. Integrábamos el elenco de una obra llamada "Por atrás entra más fácil" y hacíamos un cuadro de rumba. Los dos nos emperramos en usar la misma falda de volados multicolor. Que sí, que no, que vos esto, que yo aquello... el entuerto lo terminó dirimiendo el productor, quien me consideró el más apto para el atuendo. ¡La Felipa se puso rabiosa! Gritó, pataleó, rompió jarrones de utilería, amenazó con deschavar los secretos sexuales de toda la compañía y, viendo que no obtenía resultados, se fue dando un portazo y no volvió a aparecer por el teatro.

Lo tercero que debe decirse de la Felipa es que tenía un carácter de mierda.

Y más furioso se puso cuando en su reemplazo pusieron a una tal Nélida Lobato, una pendejita que apenas empezaba.

Con la Felipa recién nos reencontramos en los ochenta, en una de las festicholas del Tigre. Si la memoria no me falla, ya les conté de mi pseudo exilio en la isla de Juanito, allá entre el 78 y el 83. La Felipa había sobrevivido en Buenos Aires un tiempo más, haciendo papeluchos que estaban muy por debajo de su talento, pero que le permitían comer sin llamar mucho la atención de los milicos de turno. Eso sí, en el 82 se asustó: un comando paramilitar había amenazado con volar todos los teatros de revistas y con hacer desaparecer a todos los putos. Razones para asustarse no le faltaban: eran épocas para andar con el culo a dos manos y, si de putos se trataba, él era el número uno. Fue en esos tiempos cuando apareció el cadáver de la Vascongada tirada en un descampado de José C. Paz.

La Felipa era una verdadera diva. Pero ni las verdaderas divas pueden contra el paso del tiempo. Él admiraba con santa devoción a Liz Taylor y le habría vendido el alma al diablo para estar forrado en dólares y poder someterse a todas las operaciones que fueran necesarias para mantenerse siempre joven y hermoso. Se la habría vendido si no se la hubiera regalado mucho antes, cuando tomó la decisión de ser quien era sin más vueltas. Así fue como los años pasaron y, cuando quiso darse cuenta, ya estaba viejo, achacoso, solo y alejado de las tablas. Algo que, en general, nos ha pasado a todos.

¡Mirá que tuvo oportunidades de asentar cabeza...! Los tipos más hermosos de aquel Buenos Aires que hoy recuerdo solo en blanco y negro se lo disputaban a capa y espada. Nunca le faltó amante. "El buen sexo es el secreto de mi lozanía" solía decir. Pero era tan loca y tan libre que jamás supo consagrarse a un solo amor y, a fuerza de infidelidades, solo puso serse fiel a sí mismo. La última vez que lo vi (hace poco más de un año), iba del brazo de un pendejo muy bonito.

- Vos sí que no perdés el toque. -le dije con sincera admiración.

- Shhhh... Callate -me respondió risueño- que, cuando se entere de que vivo apenas de mi jubilación, me da una patada en el culo y se las pica.

Así era la Felipa: genio y figura hasta la sepultura.


- Pobre Philippe... Si hasta hace unos días andaba derrochando salud...

El joven de negro se me había acercado y continuaba con su sollozo... aunque ahora que lo tenía cerca no podía descubrirle ni una sola lágrima.

- Ese fue siempre su problema: -le respondí- el derroche.

El joven sonrió.

- Es cierto... y murió en su propia ley: de rodillas, ¡la muy puta!

- ¿Cómo? -me asombré- Su hermana me dijo que sufrió un paro cardiorrespiratorio durante la noche...

- Durante la noche, sí. Pero en el baño de la estación Constitución, mientras se la chupaba a un chongo.

¡Debí haberlo imaginado! ¡Viejo trolo! El zorro pierde el pelo pero no las mañas. Como los elefantes, fue a morir al sitio donde había nacido a su verdadera vida: la tetera (*).

Justo cuando iba a pedirle más detalles, el empleado de pompas fúnebres anunció que ya era hora de despedirnos del difunto. El joven de negro me acarició la mano con cariño sospechoso, me guiñó un ojo y (con gesto de diva de teléfono blanco) se acercó al ataúd, se inclinó sobre "Philippe" y reinició el paso de comedia aun con más mocos y más lágrimas que antes. Al parecer, era la viuda. Hizo tanto aspamento que el gordo policía lo abrazó y lo consoló muy dulcemente. Luego lo acompañó hasta la puerta, tomándolo por los hombros y hablándole al oído para sonsacarle alguna risita.

El viejo de los culos de botella, en tanto, seguía en su silla y cada tanto repetía su "no somos nada". Siempre con el mismo tono y la misma desgana. No se movió de su silla hasta que la chica del café lo ayudó a ponerse de pie y a llegar lentamente hasta el auto que lo llevaría al cementerio.

Fue entonces cuando la señora de los dedos artríticos se me acercó con una sonrisa.

- Usté debe ser don Arturo ¿verdad?

Así la reconocí.

- Yo soy Alcira. -me aclaró- Soy la que lo llamó por teléfono.

Era la hermana de la Felipa, una versión mejorada de mi amigo. De partida, ella no tenía que esforzarse para parecer mujer.

- Antes de irse déjeme por favor su dirección. Mi hermano dejó algo especialmente para usté.

Le di el último adiós a la Felipa y salí de la sala. Como era de prever, el cortejo fúnebre era menos que modesto: apenas dos coches, en uno de los cuales me tocó viajar con el señor de los culos de botellas. Alcira, el joven de negro y el gordo fueron en el otro. Los señores circunspectos no fueron al cementerio.

Durante el entierro no hubo llantos ni rezos. El joven de negro había agotado sus lágrimas y caminaba del brazo del gordo, repentinamente sonriente. Alcira y yo ayudamos al señor de los culos de botella y todos presenciamos cómo cubrían el cajón con tierra, sabiendo que allí abajo quedaba la Felipa.

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Esta mañana recibí una caja. La traía un jovencito de parte de Alcira. ¿sería el sobrino que mentaba la corona de flores?

Los viejos del hogar se morían por saber qué había dentro. Pero yo me fui con mi paquete y lo abrí a solas en mi habitación.

La Felipa nunca fue un sentimental ni evidenció jamás demasiadas inquietudes en el orden de lo trascendental. antes bien, hizo de la frivolidad su tarjeta de presentación. Por eso me sorprendió y emocionó tanto su "legado".

Dentro de la caja, envuelto en un paño de terciopelo rosa, había un album de fotos. Lo abrí... y cuál no fue mi sorpresa al encontrarme con cientos de fotografías tomadas en aquella temporada en que nos peleamos por la falda con volados. En la mayoría aparecía yo luciendo la prenda. Además, había una nota escrita con su esmerada y delicada caligrafía de escuela jesuita. La Felipa había escrito: "Si no te hubiera querido siempre tanto, habría quemado esa pollera antes de cedértela"

¡Viejo de mierda! Ponerse sensible justo ahora que ni siquiera puedo darle un abrazo.

Y en el reverso de la nota agregó "Nunca te quiebres. Sé vos mismo hasta el final", con una dirección de corro muy curiosa: grupolosfiesteros@ yahoo.com. ar. ¿Qué me habrá querido decir?

Sea lo que sea, vaya desde aquí mi sentido homenaje a una persona que siempre fue lo que quiso ser. Con toda la dignidad que ese solo hacho encierra.

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(*) No confundir con la cacerola con mango y pico vertedor que se emplea generalmente para calentar agua (en Argentina, la llamamos "pava" y la usamos también para cebar mate). "Tetera" se llama también a cualquier sitio público donde algunos hombre suelen tener sexo con otros hombres, generalmente baños de las estaciones de trenes.


jueves, 6 de septiembre de 2007

UNA DE LESBIANAS


Sin temor a equivocarme, personajes de la calaña de don Benito son intolerables. seres oscuros, fundamentalistas, rígidos, soberbios y todos los etcéteras que se les ocurran, tienen sin embargo una cualidad: son pertinaces.

Desde el mismo día en que llegó al hogar... o mejor dicho desde el día en que regresó al hogar (recuerden que tuvo que ser hospitalizado horas después de que sus hijos lo trajeran por primera vez), se propuso llevar a cabo entre nosotros su "misión" evangelizadora. Obvio que no halló eco en mí, ni en doña Paca, ni mucho menos en Anselmo, que pasa la mitad de su tiempo pergeñando travesuras para sentirse todavía joven y la otra mitad, curándose de las heridas que sus "hazañas" le ocasionan. Tampoco don Santiago es muy devoto (desde la época en la que los peronistas andaban por ahí quemando iglesias) pero de vez en cuando se prende en alguna disertación teológica.

Con los demás sí tuvo éxito y desde hace casi diez días tenemos tenemos sesiones de catequismo en la sala de la tele, todas las tardes justo a la hora de "Cuestión de peso".



Si estuviéramos en el Sheraton Hotel no habría ningún inconveniente. El caso es que, en el Hogar de Ancianos "Delicia Otoñal", la sala de la tele hace las veces de Salón de Convenciones y no hay otro lugar donde meter a los viejos. Así pues, se torna inevitable que, mientras unos escudriñan los retorcidos vericuetos del dogma, otros no tengamos más remedio que escucharlos sin demasiado interés y hacer lo posible por no hacer nuestros propios comentarios.

El tema de ayer era la historia de Ruth y Noemí.

Con voz cavernosa e innecesariamente apocalíptica, relataba don Benito:

- En tiempos de los Jueces, Israel fue azotada por una gran hambruna...

- Acá traje unos bizcochitos de grasa pa' acompañar los mates. -interrumpió doña Leonor, llegando tarde a la reunión- Pero los que tengan colesterol se quedan con las ganas.

El santurrón la fulminó con la mirada y la vieja dejó el plato con los bizcochitos en la mesa y ocupó su lugar pidiendo perdón hasta en guaraní (que por otro lado es su lengua materna).

Don Benito continuó:

- Elimelech y su esposa Noemí, habitantes de Belén de Judá, partieron entonces con sus dos hijos hacia las tierras de los moabitas...

- ¡Esos son los que no quieren usar luz eléctrica! -se entusiasmó doña Sofía- Lo vi una vez en el noticiero.

- ¡Cállese la boca, vieja bruta! -la reprendió don Francisco, hombre de pocas pulgas- Se confunde con los menonitas.

Don Benito estaba rojo de ira pero no emitió opinión y continuó con el relato:

- En el país de Moab... -hizo un silencio y miró furtivamente a sus discípulos, no fuera cosa que algún otro tuviera comentarios fuera de lugar- En el país de Moab murió Elimelech y sus dos hijos se casaron con dos mujeres moabitas. -dicho lo cual miró de repente a doña Sofía para evitar cualquier intervención.

Sin embargo, la liebre salta por donde menos la esperamos.

- ¡Muy mal hecho! -sentenció doña Nacha- Uno no puede andar por ahí casándose con cualquiera.

- ¿Y cómo sabe que eran unas cualquieras? -intervino doña Lucía- Si hubieran sido putas las habrán apedreado hasta matarlas. Esa gente eran unos salvajes.

- ¡SILENCIO!!!! -tronó la voz de don Benito, que cuando se enfurece tiene una voz indiscutiblemente demoníaca, la misma voz con la que les prohibió a todos abrir la boca sin su permiso.

Curiosamente, nadie dijo nada. Todos callaron y el santurrón pudo seguir con el relato.





Contó así que los hijos de Noemí también murieron (esta gente no ganaba para entierros) y por lo tanto sus nueras también quedaron viudas. entonces la anciana decidió regresar a su Belén natal e instruyó a sus nueras para que también retornasen con sus familias. Pero hete aquí que una de ellas, Ruth, se negó a abandonarla.

- "No me instes más a dejarte". -recitaba don Benito, citando a la nuera- "Porque do quiera que tú fueses iré yo; donde tú morares he de morar yo. No otra cosa que la muerte me separará de tí".

Las viejas ya moqueban como si estuvieran viendo la telenvela de la tarde y, en un costado de la sala, doña Paca y yo observábamos atónitos la escena. Hasta que los pensamientos de mi amiga se abrieron paso a través de sus labios deformados por la hemiplejia y se oyeron claramente sus palabras:

- Eso es una declaración de amor...

A lo cual yo no pude resistir:

- ¡Ruth era lesbiana!

Todos nos miraron con espanto. Benito con odio. No fue necesario que nos escupiera la misma perorata de siempre, esa de que estamos condenados al fuego eterno y bla, bla, bla. Paca y yo nos miramos y no pudimos evitar la sonrisa. Últimamente, nada nos hace más felices como hacer rabiar al santurrón. Ya sé que personas de nuestro talento deberíamos buscar desafíos de mayor envergadura (con perdón de la expresión) pero también tenemos derecho a un poco de diversión a bajo costo.

Tratando de ignorarnos (aunque no tanto) continuó el viejo tragacirios con la historia. Resulta que las dos mujeres llegaron a Belén y allí Ruth conoció a un tal Booz, que justamente era pariente de Noemí. El hombre era adinerado y parece ser que le echó el ojo a la viuda joven porque de entrada le brindó ayuda en su pobreza. Claro que los consejos de Noemí ayudaron.

- "Lávate pues y úngete con los perfumes". -leía don Benito las directivas de Noemí- "Ponte los mejores vestidos y encamínate a su casa. Procura que no te vea hasta que haya acabado de comer y de beber..."

Todos escuchaban con espectación.

Seguro de estar captando la atención de todos sus feligreses, don Benito prosiguió leyendo:

- "Entonces cuando se fuere a dormir, irás y alzarás la capa por la parte con que se cubre los pies y echaráste allí. Él mismo te dirá lo que tienes que hacer".

- ¡Ja! Entregadora, la vieja -se me escapó el comentario.

Lejos de lo que podría esperarse, don Beni solo miró hacia el techo, suspiró profubndo y, cerrando los ojos, explicó:

- Si este hecho se mira con ojos carnales, tiene ciertamente un aspecto poco decente, mas no sucede así si se considera el fin, el motivo y el sentido misterioso que encierra.

- Dale, che, Benito, hablá en cristiano pues -se exasperó doña Leo.

- Noemí, sabia y prudente, conocía la sólida virtud de su nuera y la probidad y honradez de Booz, el pariente más cercano y al que le correspondía desposar a la viuda de su hijo. Temiendo sin embargo que el hombre (ya viejo y muy adinerado) no aceptara fácilmente recibir en su hogar a una viuda pobre y además extranjera, escogió un cierto modo de "sorprenderlo".

- ¡No joda, hombre! -se burló don Santiago, que acababa de sumarse a la tertulia- Eso en mis tiempos se llamaba prostitución.

Imagínense el revuelo que se armó. Los comentarios se superponían, las voces se entremezclaban y las opiniones se dividían. Aunque podría decirse que Santiago había logrado consenso. Cuando la polémica fue perdiendo decibeles, Paca pidió la palabra y todos la escucharon, incluso Benito.

- Si se ponen a pensar, las palabras de Ruth al negarse a abandonar a Noemí son las mismas que, durante siglos, hemos empleado las parejas heterosexuales para declararnos nuestro amor...

Un murmullo de asombro y confusión recorrió la sala. Don Benito quiso intervenir pero doña Clara le revoleó un bizcochito para que se mantuviera callado.

- A mi criterio, -continuó doña Paca- la historia de Ruth y de Noemí representa uno de los testimonios más antiguos de amor entre dos personas del mismo sexo. Y es un amor homosexual que, paradógicamente, ha venido a ser modelo para el romance heterosexual.

El murmullo esta vez se transformó en una virulenta discusión, entre la cual se oía la voz de Benito exigiendo que lo escucharan, pero nadie se daba por aludido. No obstante, el silencio regresó cuando Paca retomó su discurso:

- El posterior matrimonio de Ruth con Booz no es sino una forma necesaria de conseguir protección y seguridad para su relación con Noemí. No nos consta que haya habido intimidad sexual entre las dos mujeres. Pero tampoco tenemos la constancia de que eso suceda entre las parejas que vemos a diario. Lo que sí queda claro es que entre las dos había amor, un amor profundo e incondicional que iba más allá del cariño y la amistad. Un amor que además era tan grande y genuino que despertaba admiración entre los que las rodeaban. Lean, si no, el final de la historia.

Y pidiendo que le alcanzaran la Biblia de Benito, leyó con una paz que jamás había exteriorizado:

- "Tomó pues Booz a Ruth, desposóse con ella y en su matrimonio el Señor le hizo la gracia de concebir un hijo. Con cuyo motivo, las mujeres dijeron a Noemí: -y aquí reforzó las palabras- Bendito sea el Señor que no ha permitido que faltase heredero en tu familia... pues te ha nacido un niño de Ruth, la cual te ama. Y las mujeres vecinas suyas, congratulándose con ella, decían: Ha nacido un hijo a Noemí". Es palabra de Dios ¿no?

El silencio fue contundente. Solo se oía un sollozo proveniente del otro extremo de la sala. Ocultando su rostro entre ambas manos, don Benito lloraba. Pero de bronca.



Caramba - Cecilia Todd (cantante venezolana)