miércoles, 4 de abril de 2007

DON ARTURO, EL JUSTICIERO

Si hay algo que detesto es la gente petulante. Digo: esas personas que van por la vida mostrando chapa de alcurnia, título o belleza (bueno... los lindos no tienen necesidad de andar mostrando chapa, simpelmente se les nota). Pero lejos de enfrentarlos y de hacerme mala sangre, como soy un viejo ladino, trato de sacarles alguna tajada. Siempre tienen un lado flaco por donde hacerles el entre y mi deporte favorito (a estas alturas de la vida en que las distracciones no abundan) es encontrárselos.

Hace unos años vino a trabajar al asilo un enfermero nuevo al que le decíamos Carlitos. Obvio que porque se llamaba Carlos. Lindo pendejo. Hermoso diría... Es más: MUY HERMOSO. No vale la pena una descripción. Nada de lo que pudiera decir de su belleza le haría justicia. Imagínenlo: todo muy bien puesto en su lugar, como griego de estatua.

Al principio, todo bien. El tipo llegaba y hacía su trabajo. Nos preparaba la medicación, nos tomaba la presión, nos charlaba boludeces, les cambiaba los pañales a los viejitos más achacados (¡y cómo me hubiera gustado usar pañales en esa época!) y le daba la intramuscular a doña Paca (que a pesar de sus ochenta, de la osteoporosis y la hemiplejia, se defendía como gato panza arriba cuando le querían pinchar el culo). Cada dos por tres, tenía que levantar a don Anselmo que (como recordarán) suele irse de trompa al suelo por andar a los pedos con su silla de ruedas (y aclaro que, en Argentina, "andar a los pedos" significa andar muy rápido, nada que ver con las flatulencias del pobre Anselmo que, por cierto, son verdaderamente inaguantables). En fin, Carlitos hacía su laburo.

Pero un buen día, llegó con la noticia de que al día siguiente cumplía años. Estábamos casi todos en el salón de la tele, matando el tiempo (asesinándolo sin remordimientos, diría yo) con el programa de Tinelli.

Gran-revuelo-gran entre las ancianas cacatúas, que no por seniles son menos calentonas.

En ese momento se interrumpió la paz de mis intestinos y ¡que me lleve el diablo si eso es algo que me suceda a menudo! Así que, munido de mi bastón con mango de carey, me fui al baño lo más rápido que me daban las piernas, jubiloso por el feliz acontecimiento.

Pero estábamos en que Carlitos había anunciado que cumplía años.

- Dichoso de usté que todavía cumple -le envidió doña Leonor, como si la sola negación lograra que el tiempo se detuviera.

- No se crea. -le respondió Carlitos con coquetería- Ya no me cuezo en el primer hervor.

- Ay. No diga eso -le retrucó una embelezada doña Lucía, mientras se enrollaba en el dedo la lana que colgaba de la manta que (cual Penélope posmoderna) aun hoy no ha terminado de tejer.

Doña Clara (que hablaba poco pero siempre iba al grano, la pobre, y se nos fue al otoño siguiente... a un asilo del estado porque, cuando murió su hijo, le firmó un poder al nieto para que le cobrara la pensión y el muy turro no volvió a dar señales de vida)... Doña Clara (decía) la hizo corta:

- ¿Y cuántos años cumple?

Entonces, como si a la vida la guionara el autor de algún culebrón portorriqueño, se escuchó la fatal pelotudez: "¿Y usté cuántos me da?".

¡Para qué! ¡Las jovatas se pusieron como locas! Todas queriendo adivinar la edad de Carlitos. Que 30, que 28, que 25... Cada una se afanaba por hacerlo cada vez más joven.

- No, no -decía Carlitos moviendo el dedito índice e inclinando la cabecita como jugando, hasta que al fin confesó: "Acá como me ven, cumplo 36".

Los "oh", los "ah" y los "uy" en medio de risitas nerviosas y suspiros fueron el coro de las calandrias disfónicas que le sonreían al joven como si sus bocas desdentadas conservaran todavía algo de sensualidad.

Empachado por la admiración de las veteranas, Carlitos les regaló una caricia a cada una (total, los pañales no los pagaba él) y se fue a continuar con sus labores.

En uno de los pasillos se encontró con don Anselmo (que como buen hincha de Huracán jamás vería un programa conducido por un hincha de San Lorenzo) y también le contó lo de su cumpleaños. El viejo le dio 29 y Carlitos le repitió la escena del "No, no. Cumplo 36", con dedito incluído. Minutos después, lo hizo otra vez en la cocina, esa vez frente a Patricia, una de las mucamas, que le apostó al 31. Y otra vez: "No, no. Mañana cumplo 36".

Mi paso por el baño había sido un verdadero triunfo. Se ve que los cereales que me había regalado el Huije estaban surtiendo efecto. Fue ahí cuando me lo encontré... ¡NO!... ¡mientras cagaba no!... ¡me lleve el diablo por la falta de glamour!... Me lo topé a la salida de la cocina (después de).

- ¿Y Arturito? ¿Qué me va a regalar mañana?

Mi cara de nada lo dijo todo.

- Mañana es mi cumple. A que no sabe cuántos cumplo...

No dije nada.

Busqué en los bolsillos de mi guayabera floreada y me calcé los lentes de ver de cerca. Lo miré y lo miré, rozando casi su pellejo con mi nariz (una muy grata experiencia por cierto) y el di mi conclusión:

- Yo ya estoy muy viejo, m'hijito, y no veo ni con anteojos. Pero tengo un método infalible para averiguar la edad de los hombres. ¡Abrite la bragueta!

Se ve que el tono imperativo de mi voz lo tomó por sorpresa y no supo cómo reaccionar. Lo pillé desprevenido y luego de unos instantes sólo pudo negar con la cabeza, entre risueño y asustado.

- ¡Dale, dale! -lo apuré- No me vengas con vergüenzas. Abrite la bragueta y yo te digo cuántos años tenés.

Y así fue como, increíblemente, creo que sin darse cuenta de lo que hacía, me hizo caso.

Tenía un calzoncillo blanco. Justo como me gustan a mí, que me gustan los calzoncillos blancos (y los negros y los verdes y los colorados y los amarillos... sobre todo si están rellenos con su dueño, je je). Se lo bajé un poquito y le metí mano. Todavía hoy lo recuerdo y se me eriza la piel (sí, es la única respuesta sexual que me va quedando...). La cosa duró apenas unos gloriosos segundos, hasta que Carlitos se puso por demás nervioso y reaccionó con muy poca gentileza.

- Bueno, bueno. ¡Ya está! ¿Cuántos años tengo?

- Mmmmm... Yo diría que... 36.

Carlitos quedó azorado. Sin habla. Boquiabierto.

- ¡Síiii! ¿Cómo hizo?

Y yo le dije:

- Muy fácil: escuché cuando se lo decías a Patricia.


13 Comentarios:

Don Arturo de Quilpue dijo...

Pido perdón a todos y todas los/as que me echaron de menos. Pero muchas circunstancias me obligaron a mantenerme alejado del ciberespacio duante la semana pasada. Buenos Aires fue asolada por una lluvia pertinaz, el reuma, el fantasma de la gripe y el Huije (él tiene la culpa de todo en realidad) que estaba demasiado ocupado como para traerme al ciber. Escríbanle y tirénle de las orejas.

EzLoKhAi dijo...

jajajajajajaª!!!!!!!!!!!!!!
Por algo se llama este sitio.. las desventuras de Don Arturo!!!!
jajajaja!!! buena la técnica!!! ma la tatuareen la nalga derecha a siq ue cunaod este viejillo y en un asilo.. la cheke y la use con algun enfermetiro.

Saludos... Slqhay.

Anónimo dijo...

hola pos no quiero desenmascararte asi que no voy a decir nada de ti y de lo que tratas de hacer con tu blog, me parecio demasiado estupido tu post pero igaul te voy a preguntar si puedo hacerte un link desde mi blog?

chao

Don Arturo de Quilpue dijo...

Esloq'hay:
Muy bien pensado. Para cuando esté viejito le va a servir de mucho. Pero sea más esperanzado: no piense en que va a terminar sus días en un asilo.

Andrés:
A estas alturas de mi vida ya me quedan pocos secretos, je je je. Me parece bien que pongas un enlace en tu blog... pero si te parece tan estúpido no veo la necesidad, ja ja. Contrariamente, a mí me gustó mucho el tuyo.
Yo también te quiero, ja ja ja ja.

Anónimo dijo...

¿Cómo es eso de que yo tengo la culpa? ¡Viejo traicinero!

¿Así me paga tanto desvelo por su bienestar?

Mañana que vaya Montoto a jugarle al mus.

ReinaDeSalem dijo...

Genial !!!!!

Eso sí es disfrutar de la enfermería...

Por cierto..., vaya, vaya, vaya, y vaya..., con el enfermero...

Mil besos.

Anónimo dijo...

Ayyyyy jajajajajajajajajaja un besito don arturo esta viejita ya le quiere .

Paz/

Dr. K dijo...

Que buena historia, Don Arturo! me encantó! Brillante su genialidad...

Por aca los enfermeros dejan mucho que desear, pero entre los medicos residentes hay para entretenerse jeje...

Señorita Cosmo dijo...

Buenísima la historia y el método de averiguación.
Yo dentro de poco si sigo así voy a tener que implementar algo así.
(Si no me cree pregúntele al Huije que además de tener la culpa de todo, sabe todo)

Don Arturo de Quilpue dijo...

Reina:
El verdadero enfermero no era el de la foto, pero no le estaba lejos, eh. Por eso es que aperndí a disfrutar de la enfermería, jijiji.

Paz:
Yo también la quiero... pero no se haga ilusiones,eh.

Dr. K
Sería bueno que me diera la dirección del lugar donde trabaja. Dolores y achaques no me faltan como para que me hagan una buena revisación, jijijiji.

Señorita Cosmo:
No me diga que ya necesita de estos métodos. Por lo que me ha contado el Huije, tiene usted dos buenas razones como para atraer a los hombres, jijijiji.

Anónimo dijo...

Don Arturo hoy soñé con Ud y me dije , MEJOR LO AGREGO A MI BLOG , así el caminito hasta aqui me resulta mas corto .

Paz/

Don Arturo de Quilpue dijo...

Encantado Paz!!!!! Nos intercambiamos figuritas y yo también la incluyo a usté cuando el Huije me ayude (es que estas cosas de la computación todavía me cuestan un poco ¿vio?

Unknown dijo...

Juas!
Viejo turro!!!!! Me encantó el método pero espero no tener que utilizarlo en mucho tiempo.