Mi amigo Huije es un muy buen muchacho. Será por eso que siempre lo confunden conmigo. Tenemos mucho en común, pero él siempre está preocupado por las cuestiones serias: la política, el amor, las relaciones entre los seres humanos y todas esas cosas que no hacen más que sacarle arrugas. En cambio yo, a pesar de mis años, tengo la piel lozana como Susana Giménez.
Por estos días, mi amigo anda muy atareado con esto del aniversario del último golpe militar. Días atrás hasta organizó una charla con debate sobre "Diversidad Sexual y Dictadura".
- Don Arturo, ¿por qué no participa y cuenta sus experiencias de esa época? -me propuso.
Y obvio que me cagué de la risa.
¿De qué podría hablar yo? Para las maricas fue una época dura como tantas otras. ¿O acaso pudimos alguna vez andar por la vida así como así, sin que nadie nos censurara o nos persiguiera? Uno siempre tuvo que andar haciendo firuletes para escaparse de la policía y de la moralina pacata. Salvo que uno fuera, por ejemplo, Paquito Jamandreu, que (desde que se hizo modista de la Perona) podía hacer todo lo que quisiera donde quisiera. Una vez lo encontré en la confitería "Las Violetas". Estaba sentado sobre las rodillas de un muchachote muy buen mozo que le hacía cosquillas para que la GRAN MARICONA se divirtiera sin recato. Una señora de alta alcurnia sentada en una mesa contigua los miraba con cara de estar oliendo bosta. Entonces Paquito, mientras le hacía "hico caballito" al joven, la mira a la vieja y le dice:
- Es que estoy un poco constipada y necesito que me "rempujen".
Así era Paquito. Pero esas cosas las podía hacer él, que tenía banca. Y los milicos se retorcían de bronca por no poder darle un trabucazo. Para nosotros, era como una revancha y Paquito pasaba tranquilamente por héroe.
Hoy en día, dicen que después del 76 todo empeoró. Yo no lo noté tanto. Salvo en la época previa al Mundial 78. Ahí sí hubo una mano más pesada. La milicada quería limpiar de putas y locas la vía pública. ¡¿Para qué?! Si los turistas es lo primero que buscan cuando llegan a un lugar. Pero claro, había que dar una imagen de "moralidad".
Una tarde, salía yo de mi casita en Barracas, con mi camisola floreada y mi capelina blanca, cuando Robertito (un chico muy gauchito que solía hacerme algunos trabajitos a cambio de una módica suma) me llamó aparte y me dijo:
- Guarda, Don Artu, que anda la cana levantando travesaños...
¡Mocoso insolente! ¡Llamarme travesaño a mí!
Como siempre fui una persona que va por la vida con la frente en alto, lo saqué carpiendo y salí igual. El Parque Lezama estaba soleado como nunca. Me senté en un banquito bajo la sombra y allí estaba feliz, deleitándome la vista con la muchachada que pasaba, cuando un uniformado se me plantó delante con expresión de bulldog. Pa'qué les viá mentir, el groncho estaba re-bueno dentro de ese uniforme azul y con esos pantalones que le marcaban tan bien la mercadería. ¡Se me hizo agua la baba! Lástima que abrió la boca.
- ¡Documentos! -me gruñó.
Yo tranquilo como agua de tanque.
- Ay, buen mozo, si es para saber mi edad, creame que tengo 38. ¿No quiere mejor mi número de teléfono?
Conclusión: terminé en una celda junto a dos travestis redivertidas y unos rateritos con los que la pasamos genial, antes y después de la paliza que nos propinó la milicada. Las travas, además, tuvieron que trabajar doble y ad honorem: por solidaridad con los rateros y por tradición con los canas. En realidad, nada que no sucediera desde antes, pero la intuición me decía que ahora era diferente.
Me dejaron salir recién a los dos días. Robertito me había estado buscando, el amoroso. Me estaba esperando a la salida y me llevó a casa en un auto que le había prestado un amigo.
- Le dije, Don Artu. La mano viene jodida. Yo que usté me borro por un tiempo.
Y así fue como me exilié... de la capital. No había presupuesto para más. Me fui a lo de Juanito, un amigo del teatro Tabarís que tenía una isla en el Tigre.
La idea era quedarme un par de meses pero mi estadía duró seis años. Años en los que más de una vez me pregunté si no hubiera sido mejor terminar culo pa'arriba en un zanjón. Después, cuando me enteré de las salvajadas que habían hecho esos animales de uniforme (con el perdón de los animales que no tienen nada que ver en esta historia y suelen ser más sensibles que muchos humanos), me arrepentí de mis dichos y le di las gracias a Robertito por su consejo.
En la isla no había electricidad, no había mercadito, no había gas, no había televisión, ¡no había peluquería! Por las noches nos alumbrábamos a vela. La cocina funcionaba a leña y, cuando hacía frío (de marzo a septiembre, todo el tiempo) había que conformarse con un braserito de carbón.Tuvimos que acostumbrarnos a cultivar la verdurita y a andar en pantuflas con dos pares de medias (muy cómodas pero nada glamorosas). O sea que, Juanito y yo terminamos siendo dos maricas naturistas sin saber qué corno era eso que ahora está tan en boga entre la pendejada. Y además estahan los mosquitos, que por aquella época todavía me picaban. No como ahora que debo tener la sangre tan aguachenta y amarga que ni se me acercan.
Pero no todo era penuria. Los vecinos de las islas cercanas eran macanudos. Los domingos sobre todo, nos invitaban a comer asado y siempre era una delicia admirar a los muchachos jugando a la pelota mientras prendíamos el fuego. Uno no llevaba tampoco una vida monástica. Ya se sabe cómo son esas cosas. Nunca faltaba el jovencito que necesitaba un service. Tampoco faltaba la loca que organizaba una gran festichola (no se vayan a creer que Juanito y yo éramos las únicas locas en las islas). Llegaban personas de todos lados y la fama del Tigre fue tanta que no tardaron en llegar los gendarmes. Hubo una famosísima parranda que se hizo en un barco, en medio del río, del que tuvimos que escapar a nado para que no nos agarraran...
Yo no sé a quién le puede interesar que yo cuente estas cosas que pasaron hace tantos años, cuando yo todavía no tenía tanto problema con el colesterol, con el ácido úrico, con la artritis...
El Huije me preguntaba si yo conocía a maricas desaparecidas. ¡Pero por supuesto que sí! Estaba la Josefa Pereira, que hacía la calle en el Bajo Flores; el Pancho Gómez, que decía que militaba en el FLH (aunque estoy seguro que de tan cagón que era nunca participó en nada y se lo llevaron por puro bocón); la Tetera Muñoz, que la llamábamos así porque no se podía ir a dormir si no pasaba por el baño de la estación de Constitución; la Trabuca Tolosa, que parecía mujer de verdad y yiraba por Santa Fe... y la lista sigue. A muchas de las que conocí, solo las cagaron a palos como a mi. Pero eso fue cosa de toda la vida. Videla no inventó la represión contra los manfloros. Será por eso que las maricas desaparecidas no aparecieron en el "Nunca Más". A nosotros no nos llamó la atención que nos quisieran hacer desaparecer. Y a los demás no les importó si lo hacían. Total, solo éramos maricones.
Por eso le dije que no al Huije. Que me vienen con "diversidad sexual". En mis tiempos nos llamaban putos y listo el pollo.
Por estos días, mi amigo anda muy atareado con esto del aniversario del último golpe militar. Días atrás hasta organizó una charla con debate sobre "Diversidad Sexual y Dictadura".
- Don Arturo, ¿por qué no participa y cuenta sus experiencias de esa época? -me propuso.
Y obvio que me cagué de la risa.
¿De qué podría hablar yo? Para las maricas fue una época dura como tantas otras. ¿O acaso pudimos alguna vez andar por la vida así como así, sin que nadie nos censurara o nos persiguiera? Uno siempre tuvo que andar haciendo firuletes para escaparse de la policía y de la moralina pacata. Salvo que uno fuera, por ejemplo, Paquito Jamandreu, que (desde que se hizo modista de la Perona) podía hacer todo lo que quisiera donde quisiera. Una vez lo encontré en la confitería "Las Violetas". Estaba sentado sobre las rodillas de un muchachote muy buen mozo que le hacía cosquillas para que la GRAN MARICONA se divirtiera sin recato. Una señora de alta alcurnia sentada en una mesa contigua los miraba con cara de estar oliendo bosta. Entonces Paquito, mientras le hacía "hico caballito" al joven, la mira a la vieja y le dice:
- Es que estoy un poco constipada y necesito que me "rempujen".
Así era Paquito. Pero esas cosas las podía hacer él, que tenía banca. Y los milicos se retorcían de bronca por no poder darle un trabucazo. Para nosotros, era como una revancha y Paquito pasaba tranquilamente por héroe.
Hoy en día, dicen que después del 76 todo empeoró. Yo no lo noté tanto. Salvo en la época previa al Mundial 78. Ahí sí hubo una mano más pesada. La milicada quería limpiar de putas y locas la vía pública. ¡¿Para qué?! Si los turistas es lo primero que buscan cuando llegan a un lugar. Pero claro, había que dar una imagen de "moralidad".
Una tarde, salía yo de mi casita en Barracas, con mi camisola floreada y mi capelina blanca, cuando Robertito (un chico muy gauchito que solía hacerme algunos trabajitos a cambio de una módica suma) me llamó aparte y me dijo:
- Guarda, Don Artu, que anda la cana levantando travesaños...
¡Mocoso insolente! ¡Llamarme travesaño a mí!
Como siempre fui una persona que va por la vida con la frente en alto, lo saqué carpiendo y salí igual. El Parque Lezama estaba soleado como nunca. Me senté en un banquito bajo la sombra y allí estaba feliz, deleitándome la vista con la muchachada que pasaba, cuando un uniformado se me plantó delante con expresión de bulldog. Pa'qué les viá mentir, el groncho estaba re-bueno dentro de ese uniforme azul y con esos pantalones que le marcaban tan bien la mercadería. ¡Se me hizo agua la baba! Lástima que abrió la boca.
- ¡Documentos! -me gruñó.
Yo tranquilo como agua de tanque.
- Ay, buen mozo, si es para saber mi edad, creame que tengo 38. ¿No quiere mejor mi número de teléfono?
Conclusión: terminé en una celda junto a dos travestis redivertidas y unos rateritos con los que la pasamos genial, antes y después de la paliza que nos propinó la milicada. Las travas, además, tuvieron que trabajar doble y ad honorem: por solidaridad con los rateros y por tradición con los canas. En realidad, nada que no sucediera desde antes, pero la intuición me decía que ahora era diferente.
Me dejaron salir recién a los dos días. Robertito me había estado buscando, el amoroso. Me estaba esperando a la salida y me llevó a casa en un auto que le había prestado un amigo.
- Le dije, Don Artu. La mano viene jodida. Yo que usté me borro por un tiempo.
Y así fue como me exilié... de la capital. No había presupuesto para más. Me fui a lo de Juanito, un amigo del teatro Tabarís que tenía una isla en el Tigre.
La idea era quedarme un par de meses pero mi estadía duró seis años. Años en los que más de una vez me pregunté si no hubiera sido mejor terminar culo pa'arriba en un zanjón. Después, cuando me enteré de las salvajadas que habían hecho esos animales de uniforme (con el perdón de los animales que no tienen nada que ver en esta historia y suelen ser más sensibles que muchos humanos), me arrepentí de mis dichos y le di las gracias a Robertito por su consejo.
En la isla no había electricidad, no había mercadito, no había gas, no había televisión, ¡no había peluquería! Por las noches nos alumbrábamos a vela. La cocina funcionaba a leña y, cuando hacía frío (de marzo a septiembre, todo el tiempo) había que conformarse con un braserito de carbón.Tuvimos que acostumbrarnos a cultivar la verdurita y a andar en pantuflas con dos pares de medias (muy cómodas pero nada glamorosas). O sea que, Juanito y yo terminamos siendo dos maricas naturistas sin saber qué corno era eso que ahora está tan en boga entre la pendejada. Y además estahan los mosquitos, que por aquella época todavía me picaban. No como ahora que debo tener la sangre tan aguachenta y amarga que ni se me acercan.
Pero no todo era penuria. Los vecinos de las islas cercanas eran macanudos. Los domingos sobre todo, nos invitaban a comer asado y siempre era una delicia admirar a los muchachos jugando a la pelota mientras prendíamos el fuego. Uno no llevaba tampoco una vida monástica. Ya se sabe cómo son esas cosas. Nunca faltaba el jovencito que necesitaba un service. Tampoco faltaba la loca que organizaba una gran festichola (no se vayan a creer que Juanito y yo éramos las únicas locas en las islas). Llegaban personas de todos lados y la fama del Tigre fue tanta que no tardaron en llegar los gendarmes. Hubo una famosísima parranda que se hizo en un barco, en medio del río, del que tuvimos que escapar a nado para que no nos agarraran...
Yo no sé a quién le puede interesar que yo cuente estas cosas que pasaron hace tantos años, cuando yo todavía no tenía tanto problema con el colesterol, con el ácido úrico, con la artritis...
El Huije me preguntaba si yo conocía a maricas desaparecidas. ¡Pero por supuesto que sí! Estaba la Josefa Pereira, que hacía la calle en el Bajo Flores; el Pancho Gómez, que decía que militaba en el FLH (aunque estoy seguro que de tan cagón que era nunca participó en nada y se lo llevaron por puro bocón); la Tetera Muñoz, que la llamábamos así porque no se podía ir a dormir si no pasaba por el baño de la estación de Constitución; la Trabuca Tolosa, que parecía mujer de verdad y yiraba por Santa Fe... y la lista sigue. A muchas de las que conocí, solo las cagaron a palos como a mi. Pero eso fue cosa de toda la vida. Videla no inventó la represión contra los manfloros. Será por eso que las maricas desaparecidas no aparecieron en el "Nunca Más". A nosotros no nos llamó la atención que nos quisieran hacer desaparecer. Y a los demás no les importó si lo hacían. Total, solo éramos maricones.
Por eso le dije que no al Huije. Que me vienen con "diversidad sexual". En mis tiempos nos llamaban putos y listo el pollo.
Medio que se me enojó. Pero es un buen muchacho y no creo que sea para tanto.
¡Pucha! Me puse muy serio hoy ¿no? Pero está bien. Como dice el Huije: "Hay cuestiones con las que no se jode".
8 Comentarios:
querido don arturo... en corto tiempo fue a uno de los que mas extrañe este tiempo fuera del mundo blogger...
tiene toda la razon... hay cosas con las que no se jode..
cada vez te conosco mejor viejillo locaton!!jejeje.
saludos... slqhay.
p.d.: con que maricon naturista!!! mish!! quien lo hubiera imaginado!!!
Lo creas o no, hoy cuando leí tu comentario en mi blog pensé que escribías parecidísimo al Huije...
(me mató lo de la falta de peluquería)
Mis más sinceras felicitaciones ante este relato.
Tus líneas van cargadas siempre de frescura, personalidad y espontaneidad...
Y..., siendo experiencias vividas o no..., lo que más importa es que pueda percibirse en ellas a quien lo escribe.
Como ves..., como ve..., como vemos..., palabras parecidas escribí un día en cierto Rincón...
Y es que..., es la esencia de quien escribe la que capta la atención de quien lo lee.
Mil besos.
Ojala las reliquias como usted, fueran mas escuchadas. por que leyendolo acabo de caer en l cuenta de que no todos los ancianos son gagas. sino que hay getenes como usted que tienen mucho para dar aun. Y de que manera .
Un saludo . gracias por visitarme
jajajajaja Don Arturo siempre que le leo lo admiro y me duele la barriguita , porque detrás de esas palabras siempre hay mucha sabiduria ademas me duele porque muero de la risa .
Un abrazo de una viejita .
Paz/
Conociendo a Vik, El Huije, y el motivo de su invitación, lamento con todo respeto, disentir.
Hay muchos/as que merecen y muchos que quieren conocer lo que pasó, saber cómo era la cosa otrora, sea mucho o poco, supongo que habrá cosas que tengas para contar.
Desde ya es respetable una desición de "no".
Saludos!
Ya pues viejito!! deje el mate y las rebistas de pives a un lado y pongase a escribir que a eso viene uno!!! a leer!!!!!!!!
Saludos!!.... Slqhay.
Esloq'hay:
Con la lluvia de la semana pasada no podía salir ni a la vereda!!!! Pero me alegro de que me hayas extrañado. ¿Cómo sabías que tengo revistas de pibes???? ja ja ja. El mate lo tuve que dejar hace rato. Creo que mi en la publicación que hice anoche se explica por qué, ja jaja.
Señorita Cosmo:
Es que no soy tan bueno para estas cosas como Iván Fernández, jijiji.
Reinadesalem:
Ja ja ja ja, veo que no puedo ocultarme de las miradas profundas. Lo de la esencia es cierto, pero en tanto todos saben mirar, muy pocos son capaces de ver.
Pablo:
¿Cómo es eso de "reliquia"?????? Aunque... pensándolo bien... me gustó. Da la idea de algo muy importante y valioso, aunque me hayas dicho muy sutilmente que soy viejo, jijijiji.
Paz:
De viejito a viejita, espero que ese dolor de barriguita no le traiga algún problemita flatulento.
El guz:
No se preocupe que, aunque no estuve de cuerpo presente, el Huije igual me hizo participar.
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